La
construcción de este espacio se inicia en 1868 según diseño del
arquitecto Fernando Ortiz Vierna, es de planta ochavada con cúpula
de media naranja sobre pechinas, toda llena de mármol de colores.
Esta composición neoclásica es muy representativa de la estética
isabelina gaditana, evoca la arquitectura florentina del
Quatroccento. En el muro se abren cuatro hornacinas con los cuatro
Evangelistas: San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan. Igualmente
destaca la representación de las catorce estaciones del Víacrucis,
éste es un piadoso ejercicio que medita el camino de Jesús hacia el
Calvario. El programa iconográfico de la capilla se complementa con
pinturas eucarísticas en el arranque de la cúpula. Ésta se decora
con pinturas al fresco que representan la adoración de la
Eucaristía.
La
mesa de altar es neorrománica y sobre ella se encuentra el Sagrario
de estilo neogótico. Desde el s. IX se ha consolidado, por
seguridad, la costumbre de encerrar en un receptáculo la píxide (o
copón), con las hostias consagradas. Así, el Sagrario (o
tabernáculo) sigue el ejemplo del Arca de la alianza del Antiguo
Testamento. La capilla sacramental es el espacio más venerable que
hay en un templo, ya que en este lugar se adora a la presencia real
de Cristo en la Eucaristía bajo las especies del pan y el vino.
A
la capilla se accede a través de una reja del s. XIX realizada en
hierro fundido con vistosa decoración isabelina, delante de la cual
hay una lámpara de plata de estilo rococó.
Bibliografía:
Alonso
de la Sierra Fernández, L. 2006